A veces nos mandan, a veces elegimos “mandarnos”. Por una buena oportunidad laboral, por un semestre de estudio, por amor… o incluso en busca de una nueva experiencia de vida. Y de pronto una mañana la vida nos sorprende a miles de km de casa, a veces por algunos meses, y en otras ocasiones por tiempo indefinido.
En cualquier caso, la experiencia de ser un extranjero en un país desconocido nos toca en lo más íntimo y constitutivo de quienes somos. Lejos de nuestras expectativas iniciales, vivir, trabajar y amar en otro idioma no siempre es tan glamoroso. Se habla de pérdidas, de fascinación, de cambio y los más osados nos animamos a admitir que se trata de un cimbronazo en nuestra identidad. Algunos le llaman shock cultural.
Imaginemos esta situación. Aferrados a nuestro pasaje de ida y a algunas cartas de despedida de los viejos amigos y familiares en Buenos Aires, despegamos hacia el infinito. El vuelo que nos aleja de Argentina nos acerca en simultáneo a otro lugar. Se trata de una transición oceánica, en todo sentido. Navegando en océanos de interrogantes y apuestas, y con ese sabor agridulce de quien se va pero llega, estamos en camino.
Las horas transcurren al ritmo de lo desconocido. Nuestro reloj empieza a sincronizarse en dos horarios a la vez. Acá o allá, allá pero todavía acá.
Bien… qué pasa cuando una voz femenina finalmente nos anuncia por el parlante la temperatura local y nos da pista para desabrochar los cinturones?
Para hablar de allá, tenemos que empezar por acá.
En nuestro país de origen, allí donde nacimos y crecimos, hay una red invisible que nos apuntala desde pequeños. Ese trama, invisible y a la vez poderosa, es propia y también nos une a los otros con quienes crecimos.
La base cultural compartida es lo que garantiza el cálido y cómodo sentimiento de “lo familiar”.
Cuando nos trasladamos a otra cultura, la ausencia cobra una presencia insospechada.
Solo cuando nos alejamos de este marco cultural, se nos vuelven visibles aquellos elementos que compartíamos con otras personas de nuestro medio.
Viviendo lejos de casa, el contexto grupal deja de cumplir esta importante función de continencia y de confirmación del sentimiento de pertenencia.
Sin embargo, como recién llegados, no es fácil predecir la ausencia de este marco cultural que nos sostenía en casa.
Qué velo nos maquilla la verdad, como dice el poeta Joaquin Sabina? Algunos autores le llaman "la luna de miel del recién llegado".
Uno de estados iniciales más comunes es el enamoramiento súbito hacia el nuevo mundo (o viejo mundo, si el destino elegido fue Europa!) que nos recibe. Nos dejamos inundar por la magia de los paisajes exóticos, los sofisticados edificios, las sabrosas comidas y el idioma extranjero que resuena en todos los rincones de la ciudad, pero sin subtítulos en castellano. El sabor nostálgico que nos acompañó hasta allí parece congelarse, y nos sentimos como Alicia recorriendo de punta a punta su país de maravillas.
Esta es la etapa que mayormente recordamos como turistas. Una o dos semanas de deslumbramiento, fotos, tours y gente amable que nos venden sus paquetes turísticos, y antes de que la cosa se ponga demasiado real, nos volvemos a casa.
A diferencia del turista, el expatriado o inmigrante conoce la otra cara de la historia. El que se queda debe construir un nido allí donde sus compatriotas fueron solo pasajeros fugaces de hotel.
De igual modo que en un vínculo amoroso, la fascinación inicial de las primeras semanas dará paso, tarde o temprano, a una experiencia de inmersión total y compromiso con el nuevo lugar. Aclimatarse al clima y adaptarse a lo que nos parece inadaptable.
Buscar trabajo, encontrar techo, entender cómo se le pide al carnicero tal o cual corte de carne. No encontrar y conformarse con un sustituto. Querer decir y no saber cómo. Tolerar que nuestros chistes en castellano no tengan traducción. Generar nuevos vínculos con amigos, colegas, vecinos. Hasta enamorarse en otro idioma.
No es raro que esta etapa de la experiencia nos evoque los días de nuestra más tierna infancia, cuando nos esforzábamos por encontrar la palabra justa para comunicarnos en un mundo de adultos.
Nos sentimos pequeños. Y nuestros pequeños logros cotidianos en la nueva cultura cobran una dimensión inusitada.
Y la lista sigue.
Cuáles son tus experiencias de shock cultural? Cón que dificultades te encontraste a la hora de adaptarte a una nueva cultura? Qué es lo que perdiste? Qué te sobró? Qué ganaste?
Espero tus comentarios!
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Para debatir sobre este y otros aspectos de la experiencia del extranjero, te invitamos a sumarte a nuestros
Intercultural Coffee Meetings for Expats & Argentinos in BA
- En inglés-
Próximo encuentro: "Culture Shock"
Friday 26th February, 6.30pm - Cafe Lopez, Palermo
Last seats available.
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